ESCENARIO POLITICO
- Los intereses que ha tocado el presidente López
Obrador en el combate a la corrupción e impunidad, parecen hacer mella entre las
élites de las Fuerzas Armadas, las inesperadas reacciones en el seno de la
SEDENA, obligan a tomar con la debida cautela, la frase del mandatario que
alude a un "Golpe de Estado", en medio de una ofensiva violenta y
cruel, de los grupos criminales para forzar la caída del Secretario de
Seguridad Alfonso Durazo y que los
militares tomen el control de la Guardia Nacional.
José René Rosas
Formado y pulido en
la brega de la persecución de un sistema de gobierno que aún combate, el
presidente Andrés Manuel López Obrador, según lo avala la historia reciente de
su biografía política, no es un personaje que como muchos de sus detractores
afirman, propague expresiones sin fundamento, al contrario, ha dado muestra de
su gran capacidad de intuición y de tener los elementos que sustentan, basado
en información fidedigna, cuando ha pregonado estrategias adversas diseñadas
para descarrilar proyectos que ha enarbolado; dos casos son sintomáticos de lo
anterior, el complot implementado desde las alturas del poder, orquestado por
Carlos Salinas y Diego Fernández de Ceballos, a través de los video escándalos
detonados, ahora se sabe, por Carlos Ahumada, Rosario Robles y Juan Collado fue
real, aunque en su momento la primera impresión fue de incredulidad, se
confirmó que "la mafia del poder" estuvo detrás de esa maniobra para
frenar su ascenso político electoral.
El
"complo" sólo es un botón de muestra, se podría incluir además el
fraude electoral del 2006, proceso que enfrentó y denunció dignamente López
Obrador, cuando antes de la campaña electoral de ese año, financiado con dinero
de la oligarquía económica del país, se ejecutó toda una estrategia de miedo y
terror dirigida a los ciudadanos y a los sectores más conservadores de la
sociedad, resumida en que el candidato AMLO era un peligro para México y, en
efecto, así sucedió, el bombardeo publicitario en medios impresos y
electrónicos, aunque no definitorio, sí contribuyó a que operara el fraude de
estado, entregando la presidencia del país a Felipe Calderón Hinojosa, después
a Enrique Peña Nieto, en el marco de una alianza PRI-PAN que perduró hasta
2018, cuando avalado por un aplastante sufragio de los mexicanos, López Obrador
desbancó al régimen prianista, iniciando una tenaz lucha a favor de la justicia
y la paz duradera.
Sin embargo, en
apenas once meses en la Presidencia de la República, no cabe duda, al margen de
la constante presión al modelo de gobierno que impulsa, el eje central del
combate a la corrupción e impunidad, es el rubro que más resistencia opone a la
política de transparencia impulsada por el régimen obradorista; el coletazo de
este monstruo de mil cabezas, tocado en sus intereses más profundos, empieza a
mostrar el vaivén de la furia contenida, dispuesto a dejarla salir a la menor
provocación. A la luz de los daños colaterales del fallido operativo en
Culiacán, en que se detuvo y liberó al narcotraficante Ovidio Guzmán López,
cobra fuerza la alusión a la eventualidad de un golpe de Estado, expuesto por
el presidente Andrés Manuel López Obrador, en el contexto de las alentadas y
dirigidas muestras de presunta inconformidad en el seno de los élites de las
Fuerzas Armadas del país.
La inquietante
celeridad con que los eslabones de una aparentemente lejana conspiración
castrense embonan, evidencian una alineación que no se puede juzgar de
fortuita, derivada en parte de las circunstancias posteriores al
"culiacanazo", episodio cuyas piezas del rompecabezas toman su posición
en el entramado, en cuyo telón de fondo estaría esbozada la trama de una
confabulación que involucra, en una coyuntura en extremo peligrosa para la
nación, a las mismísimas fuerzas armadas y el poder de facto que representan
los cárteles de la delincuencia organizada, en un contubernio criminal con los
hilos de los poderes fácticos de una oligarquía conservadora, que defiende con
todos los medios a su alcance, conservar sus privilegios, cotos de influencia y
manipulación, que la riqueza amasada al amparo del régimen desplazado les
otorga de manera plenipotenciaria.
En este contexto, el
antecedente histórico sostiene que a partir de la década de los sesentas y
quizá un poco más atrás, por circunstancias aún inciertas, la siembra de narcóticos
comenzó a raíz de un supuesto pacto entre los gobiernos de México y Estados
Unidos, ante la demanda de las tropas norteamericanas, constantemente en guerra
en Asia y el Oriente Medio, por el consumo de marihuana, heroína y la morfina,
esta última indispensable para atenuar el dolor de las heridas de los soldados
en el campo de batalla, otros más atribuyen el cultivo de amapola a inmigrantes
chinos, que asentados en la zona serrana de Sinaloa, sembraban esas plantas de
hermosas flores, utilizadas con fines curativos, el punto es que la siembra y
trasiego de la producción, originó los primeros grupos contrabandistas que
abastecían el mercado creciente de consumo en el país del norte.
En el proceso, el
Ejército apoyaba a los campesinos que cambiaron el maíz y otras especies por el
cultivo de amapola, producción que se les compraba a buen precio, mucho más
redituable que sus actividades agrícolas tradicionales; empero, el auge de la
demanda cesó de repente de parte del gobierno, pero se abrió el esquema de un
mercado más distante y más amplio, los consumidores de la Unión Americana, que
demandaban heroína, cocaína y cannabis,
la cultivada en México era de buena calidad y ya establecido el negocio, el
mismo ejército se encargó de sostenerlo e impulsarlo.
La necesidad del
trasiego de los enervantes hacia la frontera norte, hizo patente la conformación
de grupos para llevar los cargamentos a su punto de comercialización, armarlos
y dotarlos de recursos, éstos crecieron y nacieron los cárteles, los Fonseca,
los Caro Quintero y una larga cadena sobre una historia ya conocida, que nos
lleva a conocer el origen del narcotráfico y sus consecuencias; en éste
fenómeno, las fuerzas armadas siempre han estado presentes, la complicidad del
poder civil hasta la fecha, hizo más compleja esta actividad delictiva, que
gradualmente, se ha apoderado hasta de la cultura de un pueblo oprimido por sus
gobernantes, que despojados de moralidad y principios éticos, acogieron la
corrupción como conducta política, en pos de las riquezas detrás de esta
amalgama de profundos y arraigados, a la par de podridos intereses por el
dinero malhabido.
Desde la época de
Carlos Salinas De Gortari, la narcopolítica sentó sus reales en México, a gran
escala, la pugna entre los grupos de la élite del poder tuvo su punto más
álgido, nítido y público, con el asesinato del candidato presidencial del PRI,
Luis Donaldo Colosio Murrieta y otros crímenes de estado. Mientras, las
actividades del narcotráfico se incrementaban e imponían ya su signo de
empoderamiento como el aún vigente Cártel de Sinaloa, con espacios de reinados
alternos, entre el Cártel del Pacífico, el de Tijuana con los Arellano Félix, asociados
o confrontados, su influencia se agigantó, la capacidad económica como arma
corruptora y paralelamente, el poder de fuego abastecido desde el mercado
americano, demostrado recientemente en Cualiacán, hoy son un poder alterno al
legalmente establecido, sin embargo, sin la complicidad de las fuerzas armadas,
esto no hubiese sido posible, no en estas dimensiones.
Alfonso Durazo, el
Secretario de Seguridad, en la mira.
Asimismo, los hechos
trágicos ocurridos en la zona de Bavispe, el lugar de origen del Secretario de
Seguridad del presidente López Obrador y principal en la cadena de mando de la
Guardia Nacional, donde fueron asesinados casi una decena de miembros de una
familia, una acción alevosa perpetrada por grupos criminales, además de la
condena por la atrocidad contra mujeres y niños, prende las luces de alerta
máxima en el seno del Gabinete de Seguridad; las exigencias sobre la renuncia
del funcionario, fundadas o no, motivadas por un sentimiento de indignación
generalizada, colocan a Durazo contra la pared y la tesis de que ese sería el
objetivo principal de los grupos criminales, es puesta de nuevo sobre la mesa
de las decisiones.
Sobre la hipótesis de
la ofensiva contra Alfonso Durazo, cabría preguntarse ¿De dónde salió el
"pitazo" en el referido, fallido operativo en la capital sinaloense?
Ahora se conoce que la Guardia Nacional, que depende de un mando civil, el
Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, de todas las confianzas del presidente,
estuvo al frente de la operación "culichi"; la fuga de información en
la ejecución de éste es más que evidente a estas alturas, un "contraoperativo"
en que los grupos de línea dura en los círculos castrenses no están exentos de
participación, específicamente los que por décadas han tenido la
responsabilidad de las fuerzas especiales encargadas del combate al narcotráfico.
Si como se asegura, son grupos de excelencia,
en términos reales, el tiempo transcurrido al frente de estas unidades
sería suficiente para mantener a raya al narcotráfico, pero curiosamente, ese
periodo registra el mayor auge de los
cárteles y su poder, la emblemática figura de Joaquín "El Chapo"
Guzmán, es el caso más ilustrativo.
Minado el margen de
maniobra del Secretario de Seguridad Alfonso Durazo y ante la eventualidad de
una caída del cargo, sostenido al frente de éste por la voluntad del propio
presidente López Obrador, la Guardia Nacional volvería a los dominios de las
élites marciales, eliminando de facto el único mando, leal y tangible al poder
civil, porque la lealtad al Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, es decir
al Presidente de la República, ya fue regateada en el discurso del General
Carlos Gaytán Ochoa, ante la crema y nata de la representación castrense, el
grito de guerra contra el Ejecutivo de la Nación, armando las bases de
justificación si se llegara a ocupar; sobre el vocero de la Sedena, en la
ofensiva de Calderón contra el narco, el General Gaytán desempeñó puestos claves
en esta lucha, un entusiasta promotor de la opción armada, quien además no
comulga con la doctrina política de izquierda, "es una corriente
minoritaria en el gobierno que no representa a las mayorías", dijo en su
mensaje del desayuno ante los mandos de mayor rango de la Secretaría de la
Defensa Nacional, empezando por el secretario General Luis Cresencio Sandoval
González.
Los nubarrones de
una insurrección militar, ocurren en el marco de investigaciones de la Fiscalía
General de la República, sobre indicios de sobornos a militares de rango encargados
del combate al narcotráfico, los nombres de los involucrados, colaboradores y
cómplices de los cárteles, amenaza el estatus de intocables de miembros
prominentes de la Sedena. Una investigación de fondo, pondría al desnudo un
tema tabú que por generaciones se ha mantenido en el limbo, la muy probable
responsabilidad y además participación en el auge del narco en México de las
supuestas fuerzas defensora de la patria; la evidencia de que el "narconegocio"
es propiedad, en primera instancia, de las élites castrenses y a partir de ahí,
la nociva actividad salpica hacia todos lados, a la política, a los tres
órdenes de gobierno, a los empresarios, a las instituciones policíacas y,
finalmente, el pueblo pone las víctimas, los muertos, sufre los índices de la violencia
y la desintegración del tejido social por el consumo de drogas.
Quizá esas son las
fibras del poder que el presidente Andrés Manuel López Obrador está tocando, por
décadas los tabúes e historias urbanas sobre el papel real del ejército en el
combate al narco ha sido un tema tocado con pinzas, abordado con cautela y
siempre evadido, ahora como nunca se les ha expuesto al escrutinio público y al
interior de la Sedena, ese espacio de confort es considerado intocable, al
igual que las fortunas de no pocos mandos militares. El presidente reconoce las
reacciones y por ello desliza la frase "Golpe de Estado", un mensaje
sutil y a la vez de profunda inquietud; ¿cuál es su fondo? Evoca a Francisco I.
Madero, el presidente derrocado y asesinado por los Huertistas, la sangre que
corrió por la osadía golpista y, respecto al citado discurso del General
Gaytán, el presidente expresa:
“Él tiene una visión
de las cosas distinta a la que nosotros desplegamos, recuerden, Calderón
declaró la guerra y el saldo de esa postura fue altamente letal; en el Ejército,
en las alturas le decían a este General, a los oficiales de los operativos:
ustedes obedezcan y nosotros nos encargamos de los derechos humanos”.
“¡Qué equivocados
están los conservadores y sus voceros, pudieron derrocar y asesinar a Madero
porque era un hombre bueno, demócrata, las circunstancias no le permitieron
apoyarse en una base social que lo protegiera y respaldara. Ahora son
otras realidades y no debe caerse en la simplicidad de las comparaciones, la
transformación que encabezo cuenta con el respaldo de una mayoría libre y
consciente, justa y amante de la legalidad y de la paz, que no permitiría otro
golpe de Estado”.
Y sí, el respaldo de
alrededor de 30 millones de mexicanos, los votos que lo llevaron al poder es el
apoyo al que alude el presidente, el que lo defenderá en caso de ser
estrictamente necesario. Cualquier escenario en el desenlace de esta trama, aumenta
el nivel de preocupación entre los ciudadanos de bien de este país, para los
detractores que califican de histrión y débil al presidente frente al narco,
debieran atender las puntuales lecciones del juicio de la historia, que no
mienten.
La lista de los
enemigos del régimen de la Cuarta Transformación y del presidente es demasiado
larga, en ella están los beneficiados en el
pasado con condonaciones de impuestos, los que ganaban licitaciones amañadas en
el sector salud, los “factureros”, los huachicoleros de cuello blanco y de
overol, quienes perdieron una mina de oro en el aeropuerto de Texcoco, los que
obtuvieron contratos petroleros con fines especulativos, quienes ya no reciben
jugosos convenios publicitarios oficiales, algunos mandos castrenses que
privilegiaban la letalidad sobre el respeto a la vida y a los derechos humanos,
en fin, toda esa urdimbre de intereses y personajes en los que se sustentó,
creció y se reprodujo a sí mismo el antiguo régimen de corrupción que hoy se
busca transformar de raíz.
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